El confinamiento supuso un reto inmediato para las y los profesores de música, quienes, rápidamente, debieron levantar una metodología para seguir en contacto con sus alumnos de manera remota. La primera pregunta que se instaló fue cómo incentivar el estudio de un instrumento musical cuando no se puede corregir la técnica o bien, cómo mantener las orquestas activas desde la distancia.
Daniela Roa, intérprete en violín y profesora de música, cuenta que las primeras semanas fueron difíciles y extenuantes, pero que, lentamente, la educación musical se fue adaptando a las circunstancias. Según relata, lo primero fue ir en ayuda de quienes no tenían computadores o Internet. Luego, vino una capacitación para el uso de plataformas digitales como Zoom y Meet.
En ese proceso, la profesora, quien trabaja con alumnos de entre 6 y 24 años, indica que la experiencia fue casi “irreal” y que la educación a distancia nunca permitió alcanzar los estándares que existían en las aulas. “Al comienzo, era muy reacia a hacer clases online, porque una clase a distancia, en ningún caso va a ser como una clase presencial”.
“En una clase online, tienes que ser muy preciso para darle una indicación al alumno, porque si estás frente a una pantalla y levantas el brazo derecho, ¿qué es lo que ve el alumno?, ¿que levantas el brazo derecho o el izquierdo? Ojo con eso. En verdad, ha sido bien complicado poder ser claro con los niños”, comenta.
Pero en este contexto, los docentes no sólo debieron impregnarse de la tecnología, utilizando recursos impensados hasta entonces como la realización de videos, cápsulas y podcast. También comenzaron a apoyar a sus alumnos, levantando rifas e instancias colaborativas para apoyarlos económicamente e incentivarlos a no dejar sus estudios musicales. Sin duda, el cómo lidiar con la frustración fue uno de los mayores desafíos.
“Es triste, porque los alumnos quieren tener clases, pero el tema de una conexión es tan importante que puede dejar afuera a muchos niños. Siempre tenemos que estar pendientes diciendo, escríbeme si tienes dudas, llámame. Hay que estar motivando a que no dejen el instrumento”, explica la violinista.
Estudiar música a distancia
Vicente Llaña siempre estuvo vinculado a la música, pero recién a los 20 años decidió dedicarse por completo al violín. Fue así como abandonó la carrera de Administración de Empresas y comenzó a estudiar música de manera autodidacta. Pero había un problema: él vivía en Ancud y allí no existían profesores que lo guiaran en este camino: “Tempranamente, me di cuenta de las pocas oportunidades que habían en la provincia. Me costó bastante encontrar a profesores o instancias que me educaran al respecto”, cuenta el intérprete, quien hoy estudia en el Conservatorio de Música de la Universidad Austral.
Vicente es uno de los tantos alumnos que tuvo que vivir la experiencia de estudiar de manera presencial para luego pasar a la virtualidad y, según comenta, ese proceso fue complejo e implicó más de un cambio en su rutina: “Fue súper chocante, porque en Ancud yo vivo en el campo y la señal no llegaba. Entonces, tuve que cambiarme y vivir en Valdivia”.
“Afortunadamente, mi familia me apoya. Estuvimos buscando por todos los medios para tener clases allá, incluso tratamos de habilitar algunos espacios comunales que hay en abandono, una escuela que no se utiliza, porque está en mal estado, pero no se pudo, porque aún así la señal no era óptima para tener videollamadas. Entonces, fue un poco frustrante. Pero, hay casos más complejos. Me considero una persona afortunada en ese sentido”, afirma.
Vicente comenta que ha visto con pesar cómo muchos de sus compañeros han optado por abandonar sus estudios de música y que en esta decisión existen varios motivos: “Ha habido bastante deserción, porque si uno lo piensa, para una persona de región no vale la pena viajar a Santiago para no tener clases presenciales”.
El intérprete también asegura que, en este contexto, ha existido un “estancamiento” en términos del desarrollo del aprendizaje y que la mayoría de sus pares ha visto con preocupación ese hecho. “Cuando uno estudia un instrumento, presencialmente, uno se ve afectado por la sala, la acústica. Son cosas que uno no las nota cuando tiene clases remotas y el profesor tampoco las nota. Entonces, hay mucha información que se pierde en el proceso”.
“Lo mismo con el contacto con el profesor para que corrija ciertas posturas, porque estudiar un instrumento es algo muy kinésico. Entonces, esa parte está ausente y es mucho más difícil. Incluso, a veces imposible. Hay detalles muy mínimos, niveles técnicos que básicamente no se pueden trabajar remotamente”, explica el intérprete.