Nuevas formas de enseñar y aprender. La revolución de la movilidad aplicada la educación puede suponer innovadoras metodologías docentes.

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Dr. Miguel Ángel Prats y Fernández

Uno no puede esperar que pase algo diferente en su vida, si suele tener los mismos pensamientos, hace las mismas cosas y abraza las mismas emociones cada día. Aplicar esto al ámbito educativo supone repensar y poner en juicio muchas de nuestras prácticas docentes en el aula. Este es el primer escalón hacia la innovación.

En la sociedad de los comienzos del siglo XXI, caracterizada como sociedad del conocimiento, la institución escolar no puede permanecer ajena a los ritmos del cambio actual, por lo que la innovación constituye una de sus principales y prioritarias tareas. Y es obvio que uno de los cambios e innovaciones más profundos que hemos experimentado en estos últimos años ha venido de la mano de las tecnologías digitales. Por lo tanto, la escuela, si lo que quiere es preparar para la vida real a corto, medio y largo plazo, no puede quedar al margen del ecosistema informacional actual: los medios digitales son decisivos al respecto y son ya una parte indisociable de esta vida, aunque sea bastante probable que suelan aparecer implicaciones donde la tecnología parezca una simple cuestión de moda o bien una exigencia consumista. Precisamente por esta última razón, es aún más necesario conocer las herramientas digitales y hacer un uso ético, reflexivo, responsable y saludable en la escuela y en casa.

En mi opinión, un factor clave extraído del documento de conclusiones de la XXII Jornada de reflexión del Consejo Escolar de Cataluña sobre El impacto y la contribución de las tecnologías digitales en la educación celebrado en Barcelona en abril de 2013 trata sobre la uso de expresiones como «nativos digitales» o «generación Facebook» u otros similares que expresan un hecho generacional relacionado con la familiaridad de los jóvenes con la tecnología. En este sentido, -remarca el documento- muchos escolares disponen de un extenso bagaje de conocimientos, experiencias y habilidades digitales, amplio pero poco estructurado, que no se puede asimilar a competencia digital porque no garantiza que niños y adolescentes aprendan y obtengan valor añadido del uso de la tecnología en el trabajo intelectual. Haber nacido en un contexto sociotecnológicamente rico no implica automáticamente que se sea capaz de trabajar y estudiar con los entornos digitales de manera provechosa ni eficiente, lo que observan los profesores cotidianamente. Emplear asiduamente sistemas de mensajería y participar en las redes sociales no es sinónimo de dominio de la comunicación; buscar información y emplear herramientas ofimáticas (a veces poco más que copiar y pegar) no equivale a elaborar ni gestionar conocimiento. Y es por eso que creo firmemente que necesitamos «educar» y no «prohibir«, acompañar y dar criterios para ayudar a hacer un uso moderado, crítico y productivo de los recursos de la red y de los dispositivos de que disponen, así como darles herramientas y recursos para aprender a gestionar su identidad en Internet y los riesgos de seguridad asociados. Que no sea que por no querer salir de nuestra «zona de confort docente» estemos produciendo finalmente «huérfanos digitales«.

Por otra parte, hay que empezar a construir juntos (universidades, directivos, profesorado y familias) proyectos de innovación pedagógicos con soporte tecnológico con la presencia y compromiso de los propios alumnos. El hecho de contar con la complicidad del propio alumnado creo que es la clave de interpretación: involucrarlos también a ellos permitirá corresponsabilización.

Y, por último, añadiría que necesitamos que las familias adopten también medidas saludables y sean buen ejemplo de cómo empleamos las herramientas tecnológicas en general y las tecnologías móviles en particular. La autoridad moral por parte de padres y educadores es esencial en todas las edades. Nuestros hijos niños y adolescentes nos tienen en su punto de mira, se fijan en cómo las utilizamos, qué grado de dependencia tenemos, qué uso hacemos, cómo son nuestras relaciones personales en estos medios, que enviamos y que escribimos, … Por lo tanto, no pidamos ni exijamos nada que no podamos cumplir.

En definitiva pues, el reto del conocimiento y uso de las tecnologías digitales en la formación inicial docente, luego en la escuela y en casa nos da la posibilidad real de estar muy cerca de aquellos que quizás están muy lejos. Es probablemente el desconocimiento del buen uso de estas tecnologías digitales que nos hacen sentir muy lejos de aquellos que realmente están muy cerca.

Dr. Miquel Angel Prats y Fernández.
Dr. Miquel Angel Prats y Fernández.

Dr. Miguel Ángel Prats y Fernández

@maprats
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Director del Grado de Educación Infantil en la FPCEE Blanquerna – URL
Profesor titular de la URL