Julio Cabero: Las escuelas TIC: algo más que incorporar tecnologías

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Julio Cabero Almenara

No se puede dejar de reconocer que las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) han aumentado su presencia en las instituciones educativas, y además que en un momento inmediato se duplicaran con la llegada de otras nuevas, como los entornos personales de aprendizaje, la realidad aumentada, la internet de las cosas, las pizarras digitales, la web semántica o las analíticas de aprendizaje; lo que conlleva una fuerte movilización de recursos económicos y personales. De todas formas algunos podrían pensar que algunas de estas tecnologías citadas son más bien futuribles, y ello no puedo negarlo, ya que la experiencia tecnológica ha demostrado que contamos con múltiples experiencias de tecnología del futuro que no llegaron al presente; pero también lo es que el futuro ya está aquí, lo que pasa es que no se encuentra bien distribuido y que el problema es que la innovación tecnológica no llega a todos los lugares al mismo tiempo, pero como ha ocurrido a lo largo de la historia, llegar llegará.

En contrapartida y como se está poniendo de manifiesto desde diferentes investigaciones este aumento de presencia y constante reclamación de su incorporación a la enseñanza, no está correspondido con un aumento de los niveles de aprendizaje alcanzados por los estudiantes cuando interaccionan con ellas. Llevándonos la investigación a señalar que los efectos de las TIC en el rendimiento de los alumnos son inocuos o desconocidos; es decir, que no siempre están sirviendo para transformar la práctica educativa y crear nuevas escenografías de comunicación para los participantes en el acto de la enseñanza.

Cabe entonces hacernos una pregunta: ¿a qué se debe tanta presencia de tecnologías, tanta reivindicación, y tan pocos resultados significativos obtenidos? Y como nos podemos imaginar no existe una única respuesta, ni una única manera de abordar la situación, pero bien podremos arriesgarnos a señalar algunos aspectos que nos puedan llevar a reflexionar y a entender esta situación.

En primer lugar, nos hemos centrado demasiado en las tecnologías y en su componente instrumental y nos hemos olvidado que la solución a los problemas educativos de su implantación, no viene por la tecnología sino por la pedagogía. Su calidad pasa no por centrarnos en sus variables tecnológicas e instrumentales, sino en las didácticas, metodológicas, organizativas y pedagógicas. Muchas veces lo que se ha hecho es buscar cambios en la coreografía externa respecto a su utilización, cuando en realidad lo que se deberían buscar cambios internos; podríamos decir se le ha prestado más atención a las maneras de codificar y presentar la información con las tecnologías, que a las prácticas educativas que se pueden hacer con ellas.

Este tecnocentrismo nos ha llevado a tratar siempre de incorporar en la práctica educativa la última tecnología al uso, asociando de esta manera enseñanza de calidad a su presencia en el aula y apoyándonos para ello en la idea del solucionismo tecnológico; es decir, que la presencia de toda tecnología, sirve para resolver cualquier problema, cuando en realidad muchas veces en el terreno educativo lo que hace es crear uno nuevo.

Al mismo tiempo cada vez debemos tener más claro que innovación tecnológica no tiene por qué implicar innovación didáctica. Ésta última se refleja a partir de organizar los diferentes componentes que tenemos a nuestra disposición, tecnológicos y humanos, para que aplicando metodologías y estrategias didácticas específicas, conformen una escenografía mediática de comunicación, que el alumno en interacción con sus compañeros, docente y objetos de aprendizaje, alcance los objetivos y las competencias planificadas.

Por otra parte, muchas veces mejor que pensar en tecnologías futuras, lo que debemos es invertir esfuerzos en construir modelos de enseñanza para obtener el máximo rendimiento a las tecnologías que tenemos actualmente en nuestros centros educativos. La innovación no se consigue por la novedad de aplicación tecnológica, sino por la aplicación de criterios para conseguir nuevos escenarios formativos y comunicativos, en los cuales puedan interaccionar los estudiantes. Al mismo tiempo, no debemos olvidar que en la aplicación de las TIC sobre todo con las novedosas muchas veces lo que hacemos es buscar problemas que no existían en el terreno educativo, para resolverlos con la aplicación de la nueva tecnología que nos trae el sector industrial.

Otro de los posibles aspectos que repercute en la baja rentabilidad que se alcanza algunas veces con la aplicación de las TIC, se debe al papel transmisivo y reproductivo de la información que tendemos a concederle, olvidándonos que con ellas podemos alcanzar visiones más amplias para su incorporación a la práctica educativa. Se hace por tanto necesario cambiar nuestra visión, y pasar de considerarlas como TIC (“Tecnologías de la Información y la Comunicación”), a TAC (“Tecnologías para el Aprendizaje y el Conocimiento”), y TEP (“Tecnologías para el Empoderamiento y la Participación”); es decir, a comenzar aplicarlas en los escenarios educativos como herramientas para facilitar el aprendizaje, la inclusión educativa, la difusión del conocimiento, la participación y la cooperación entre los participantes en el acto educativo, la creación de objetos de aprendizajes por los estudiantes, el análisis de la realidad en la que se encuentran inmersos los actores del proceso de enseñanza-aprendizaje, y la superación de la brecha digital para diferentes tipos de colectivos. Dicho en otros términos frente a su uso para la “Reproducción” debemos buscar usos para la “Comunicación”, el “Conocimiento”, la “Participación” y el “Empoderamiento”.

Lo que estamos comentando supone pasar de modelos centrados en el docente, a modelos centrados en el estudiante, de modelos donde la funcionalidad que alcanza la tecnología es básicamente la presentación de los contenidos, a otro donde la tecnología se convierte en un instrumento que facilita la exploración, el ser instrumento del conocimiento para analizar la realidad, y estructuración de la información de manera adecuada a los estilos y características cognitivas de procesamiento de la información de los estudiantes. Lo que supone al mismo tiempo hacer pasar a los estudiantes, del papel de consumidores mediáticos a prosumidores; recuérdese que en la nueva taxonomía de Bloom para la era digital la última categoría que debe implicar el proceso formativo es la de creación.

La transformación de la que se está hablando, por una parte que el docente modifique las creencias que tiene sobre las tecnologías, que cambie el rol tradicional desempeñado de transmisor de información por otros como son los de guía y orientador del proceso educativo, el alumno, curador de contenidos, y diseñador de situaciones y escenografías mediadas de aprendizaje para que los alumnos se comuniquen e interaccionen en ellas.

Aspectos como los comentados se relacionan directamente con la formación que el docente tenga para integrar las TIC en su práctica educativa, y al respecto creo que uno de los grandes errores que se ha cometido es realizarla desde posiciones muy instrumentales y tecnológicas, y bajo la perspectiva de problemas práctico no para los docentes sino para los tecnólogos que dirigían la acción formativa. Desde mi punto de vista las acciones formativas que se lleven a cabo sobre los docentes, deben ir dirigidas a adquirir no conocimientos tecnológicos, sino más bien que les dirija a los docentes a la apropiación científica de la tecnología; y ello supone que se les capacite con una buena formación conceptual, que dejen de ser actividades puntuales a realizar cuando surge una nueva tecnología, y que se replantee desde nuevos principios y con nuevas dimensiones que superen las instrumentales y alcancen otras como: semiológicas/estéticas, pragmáticas, psicológicas, crítica, actitudinal, investigadora, y de interacción con los nuevos lenguajes; es decir, que la formación se centre en diferentes tipos de conocimientos, que vayan desde lo tecnológico, a lo didáctico, y desde lo disciplinario a lo investigador.

Otra llamada de atención para la incorporación de las TIC, es la referida a la necesidad de cambiar las estructuras organizativas de los centros, que muchas veces impiden y limitan la incorporación y uso de las TIC por docentes y discentes, y encorsetar sus posibilidades para flexibilizar el acto didáctico, crear nuevas escenografías formativas y propiciar nuevas posibilidades de expresión de los estudiantes. Incorporar tecnologías digitales a la escuela, y seguir moviéndonos en estructuras organizativas y administrativas propias de la escuela analógica, no favorecerá la incorporación de las TIC y nos llevará a usos meramente transmisivos, como hemos apuntado anteriormente. Cultura organizativa de los centros que no solo facilitan o dificultan el uso de las TIC en los centros; sino que también favorecen usos específicos e impedirá otro tipo de ellos. Por otra parte, dentro de este nivel organizativo, creo que se hace necesario el desarrollar sistemas de apoyo a los docentes para la producción de TIC.

Para finalizar comentar dos aspectos, por una parte que debemos ser conscientes que nos vamos a mover en un terreno de doble velocidad, ya que mientras los cambios tecnológicos son rápidos, dinámicos e incluso fugaces; los cambios educativos y culturales, son lentos y apaciguados; y por otra, que se hace necesario potenciar su investigación, para conocer sus posibilidades de transformación de la enseñanza y el aprendizaje.

Dr. Julio Cabero, Universidad de Sevilla
Dr. Julio Cabero, Universidad de Sevilla

 

Julio Cabero Almenara
Universidad de Sevilla
cabero@us.es
http://grupodetecnologiaeducativa.es