Pithecanthropus vrs. Homo practicus tecnológico

1349

El uso cotidiano de las tecnologías de la información y comunicación han creado brechas generacionales instalándose nuevos tipos de analfabetismo. El estudio atiende a las generaciones más longevas que dan razón a lo que ya se pronosticaba en los últimos años de los ochenta y principios de los noventa, los analfabetos digitales, los inmigrantes digitales y los nativos con un acceso irrestricto a la tecnología y a sus recursos. El artículo reflexiona sobre la posibilidad de diálogo generacional, no en la ruptura sino desde una perspectiva reflexiva y quizás, atrevidamente filosófica.

Las nuevas tecnologías atosigan a los mayores y fascinan a las nuevas generaciones, lo que abre otra brecha generacional que clama por una urgente atención. A los que nacimos en la etapa pre-cibernética y a los que nacieron en la de las redes sociales, nos separan el lenguaje, el uso, la utilidad, los valores, los nuevos conocimientos e informaciones generadas por los medios en los que se generan y difunden.

Nosotros nacimos en la dureza del papel, el libro, los nuevos, en la facilidad de acceder a información con una rapidez inusitada. A nosotros nos tocaron las copias que barruntaban tinta y cansaban los brazos de tanto mover el llamado ciclostil o el conteo de los dedos sobre las letras de una máquina de escribir; a los de ahora sólo les hace falta abrir ventanas y tener, al tacto noticias, informaciones y contenidos. A los más antiguos les costaba saber noticias y llegar a lugares, meses, hasta años; a los actuales les toma segundos llegar a cualquier rincón e información, aunque sea virtualmente. En otros tiempos, cuando la comunidad era más pequeña y se lanzaba al cuento o al rumor, sucedía el cara a cara; ahora, sucede el cara a cara virtual y las redes sociales expanden el cuento y el rumor a velocidades inusitadas. A nuestra generación se la llama analfabeta tecnológica, la generación actual es la versada en sus usos y aplicaciones. Nosotros nos enterábamos de informaciones y noticias por arduas hojeadas de páginas; ahora uno se entera de ellas con el uso de palabras clave y se evita el consumo de engorrosos argumentos, uno va al punto, no necesariamente a la profundidad.

La brecha generacional nos convierte, a los mayores, en desvalidos tecnológicos y hace de los nuevos en la vida, caperuzos y válidos. El esquema pedagógico de que los mayores fueran los maestros y los párvulos los discípulos tiende a cambiar, por lo menos en el uso y acceso a las nuevas tecnologías. El término griego de pedagogía: conducir a un niño pudiera ya estar cambiando al término contrario de andragogía o gerontologia(¿?): conducir al viejo, claro, por parte del joven.

“Nativos e Inmigrantes Digitales”, es el presupuesto sostenido por el profesor Marc Prensky, quien describe las diferencias insondables, la discontinuidad, que existe entre la generación actual de jóvenes -que ha nacido y crece con la tecnología- para los que acuña el término “Nativos Digitales” -por generación y nacimiento-, y las generaciones anteriores -que adoptaron la tecnología más tarde en sus vidas-, los Inmigrantes, por necesidad, urgencia o supervivencia. Este autor se pregunta si realmente las generaciones piensan diferente; por lo menos se puede afirmar que los contenidos los adquieren de diferentes fuentes. Reflexiona, apoyándose en los nuevos conocimientos de la neurobiología y la psicología social, sobre las diferencias entre el cerebro de los “Nativos Digitales” y el de los “Inmigrantes”.

Y nosotros nos preguntamos por los “inmigrantes”: ¿Qué se deja atrás con la abrupta invasión de las tic? Desde la perspectiva de las neurociencias podríamos pintar un panorama algo más gris, pues a partir de la cuarta década, para otros autores algo antes, las funciones cognitivas cambian y se deterioran con la edad. Uno de los procesos más afectado es la memoria, capacidad que desarrollamos para registrar información, codificarla o elaborarla y posteriormente recordarla. El control neuromotor, la coordinación visomanual también sufren deterioro en cuanto a precisión y velocidad, que facilitan el acceso a las herramientas mediadoras del mundo digital, la declinación será mayor sino se tiene práctica con estos recursos ¿Se es un analfabeto tecnológico mucho antes? Por lo menos las profesiones relacionadas con las ciencias de la computación consideran caduco a quien pase los treinta años. Pero no todo es deterioro, con la edad vienen algunas ventajas, como la reflexión y la meditación en el grupo de “inmigrantes”; al parecer, las tecnologías no privilegian esto que los “inmigrantes” tenemos.

Con esto vienen otros cambios y cuestionamientos: ¿Quién piensa realmente detrás de las páginas que consumimos y no producimos? ¿Qué intereses, valores y culturas consumimos con tanto afán digital, más natural en los “nativos” y más macarrónico en los “inmigrantes”? ¿Quién gana con todo este juego de convertir a las generaciones nuevas en fanáticas y a las viejas en espectadoras y, por tanto, también en ignorantes y en menos vigías y maestros? ¿Es premeditado que las generaciones más antiguas conozcan menos de estas tecnologías y de sus usos?

Nuestros padres, un poquito menos nosotros, son incapaces de lidiar con los smarthphones -¡vaya categoría para objetos hechos por el humano, ellos son más inteligentes que la mayoría de nosotros, no porque creen sabiduría ni conocimiento, porque los contienen-. Estos aparatitos son pequeños depositarios y escupidores de todo. A esto se atiene la nueva generación, al gesto y a los resultados inmediatos, con lo que también reducen el tiempo de atención y de perseverancia en un solo propósito: ¡hay tanto que ver y consumir, y en medio está la tentación de adquirir cinco minutos de fama con cualquier contenido!

Con las redes sociales vienen las modas y se van y se adoptan otras, vienen las ideas y se van y se adoptan otras, viene todo y todo se va. A los mayores nos parece que esto es inmensamente descorazonador, no tener consistencia, no tener perseverancia, confundir la moda con los estilos de vida, poner en la cultura del descarte incluso a los humanos. Y juzgamos desde nuestro instinto pedagógico, como que aún tuviéramos el dominio total, cuando en realidad, los jóvenes, perseverantes o no, críticos o no, dominan los usos y son dominados por los usos de las modernas tecnologías. Lo que más debería dolernos a los “inmigrantes digitales o tecnológicos” es que ellos no son los constructores de esos aparatos ni de esos medios, ni siquiera de las ideas que los ponen al alcance de todo el mundo y de cualquier oferta.

La tecnología nos hace más incomunicados con las nuevas generaciones, por ignorancia, miedo y ganas de seguir detentando el poder que, en realidad, ya perdimos ante un etéreo benefactor que ni muestra la cara, pero influye y lucra de maneras sobradas. En un estudio anterior (Maldonado, 2003, leyendo a Nadhin, 1995) sostenía que para el mundo moderno un sujeto pensante ya era incómodo y que el analfabetismo de todas las layas era más conveniente para todo tipo de lucro y domesticación, para los afanes de sentar dominio y hegemonía. El mercado tendía a patentar el pensamiento y a hacer creer que era mejor tenerlo todo pensado y solucionado, por alguien, a que nosotros mismos nos molestáramos por las soluciones y el engorroso momento de ponerse a pensar y reflexionar, por tanto, de crear. Quizás esto debería despertar el diálogo entre generaciones, de modo que la tecnología pudiera servir para avanzar en humanidad, no para domesticarla; de modo que “nativos” e “inmigrantes” construyamos generaciones de continuidad y conocimientos de dignidad, transformadores.

LEER MÁS